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¿Qué es la crianza positiva?

Cuando se trata de criar a un hijo, los padres se enfrentan al dilema de cuánta disciplina es necesaria y cuándo esta se puede volver excesiva y, como consecuencia, contraproducente.


En un extremo se sitúa el que aboga por la rigidez. De acuerdo a éste, es el adulto el que manda y el niño no participa en el proceso de toda de decisiones.

"Estas son las reglas y este es el castigo que recibirás si las violas", es la frase que mejor lo ilustraría.

En el otro polo se encuentra el enfoque permisivo, que insiste en que no hay reglas ni límites y defiende que el niño esté a cargo.

Pero existe también un tercer modelo, una especie de punto intermedio entre ambos: la "parentalidad positiva", también denominada crianza positiva.

Esta rechaza tanto el castigo como la permisividad, y aboga por que el niño tenga cierto grado de autonomía y participe en la toma de algunas decisiones, siempre teniendo en cuenta qué es lo adecuado para su edad y cuál es el contexto familiar.

Según este enfoque, el adulto sigue siendo el responsable, pero en su trato hacia el menor hay más comunicación, respeto y aprecio por los sentimientos de este, incluso cuando le dice que no.

El objetivo de este tipo de crianza es lograr crear una relación positiva y respetuosa entre padres e hijos, relaciones realmente necesarias en la sociedad en la que vivimos; por lo que este tipo de crianza nos invita a explorar opciones más sanas de crianza y empecemos a ver a los niños como individuos y que haya un respeto mutuo.


Una de las bases de la crianza positiva es el afecto, es éste el que debe impulsar todas nuestras acciones como padres. Cuando estamos gobernados por el afecto, eliminamos cualquier violencia de la relación y así poder conducir el comportamiento del niño con firmeza y respeto, ejerciendo autoridad pero sin autoritarismo.


Sin castigos físicos

La idea también es que golpear o castigar a los niños no les enseñará cómo manejar sus propios sentimientos o comportarse adecuadamente, solo los educará para que tengan miedo de la reacción del adulto.

Existen muchos estudios científicos en los que se ha comprobado que muchas de las conductas antisociales en jóvenes y adultos radican en experiencias traumáticas relacionadas con los castigos y violencia física sufrida durante los primeros años de la infancia.

Varios de estos estudios también sustentan que la educación y la crianza han evolucionado mucho en las últimas décadas, en las que se ha generado más conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro humano que en los últimos 5.000 años.


¿Cómo actuar en la práctica?

Es importante para los padres que buscan esta vía intermedia de educar a sus hijos que entiendan que el mal comportamiento de un niño, berrinche o similar, es una forma de comunicación.


La mayoría de las veces, no es personal; es decir, el niño no lo hace para molestar al adulto, sino porque no tiene otros recursos emocionales en ese momento.


Por lo que recomiendo:

- El primer punto es mirarnos a nosotros mismos para tratar de comprender qué puede haber causado estrés al niño. ¿Podría ser el sueño, el cansancio, el hambre, el nerviosismo, la inseguridad?".


-Tienes que decir que no con firmeza y amabilidad pero también validar el sentimiento del niño y decirle algo como 'Veo que estás ansioso. Juguemos '


-Si se lastima o se cae, después de que le diste una instrucción lo primero será validar lo que siente, con palabras de consuelo como "Sé que te duele, siento mucho que te hayas lastimado" una vez que se haya calmado indicarle que lo que sucedió fue una consecuencia de no haber seguido una instrucción. Así el niño comprenderá la situación y aprenderá de una forma consciente a seguir las instrucciones.


Los adultos deben dar opciones al niño que hace berrinche, pero dentro de ciertos límites.

Por ejemplo, si la escena se da en un supermercado y el niño "quiere algo solo porque lo quiere", y los padres no quieren comprárselo, pueden decir:

"Vemos que estás ansioso por comerte esa galleta. Se ve rica. ¿Pero qué tal si elegimos un refrigerio más saludable?".

El secreto es distraer al niño con una frase de ese estilo. ¿Pero qué pasa cuando el berrinche cruza una línea y se empieza a parecer a una escenas de las películas de terror? Antes de tomar cualquier decisión, es importante comprender cómo funciona el cerebro.


El cerebro se divide en cuatro zonas principales según su función, resultantes del entrecruzamiento de los hemisferio izquierdo y derecho. El hemisferio derecho es el imaginativo. Y izquierdo es el lado racional y lógico, donde reside la noción del tiempo; Debajo está el cerebro primitivo, el que atesora las emociones, y en la parte de arriba se ubica el juicio y todos los componentes del cerebro racional. Estos funcionan como un filtro para las emociones.

Cuando se produce un berrinche en la parte inferior, significa que hay mucha energía allí acumulada. Son las situaciones en las que el niño está fuera de sí. Ante ellas no se gana nada con argumentar, ya que en ese momento el niño no tiene capacidad de escuchar.


El mejor enfoque en este caso es calmar al niño sentándolo primero en el regazo y llevándolo luego a otro lugar. Esto a menudo es suficiente. Si el berrinche continúa es mejor abrazarlo, incluso si es lo último que quieres hacer. Pídele que respire hondo y dile que poco a poco la ansiedad pasará; dilo con calma, firmeza, generosidad y cariño. Es el afecto en el tono voz lo que ayudará al niño a calmarse. Revisa con el niño lo que sucedió y deja la llamada de atención para después. Es importante corregir el comportamiento pero no señalar al niño como malo.


Como adultos sabemos que nuestra vida social y profesional está altamente influenciada por las experiencias de los primeros años. Y un ambiente con bajo estrés y estímulos positivos conduce a un buen desarrollo no solo mental sino también físico. A veces es difícil empezar a implementar este tipo de crianza pero con paciencia, un poco de asesoramiento profesional y mucho amor es posible criar a mejores individuos y adultos emocionalmente funcionales para el mundo.

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